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‘No es posible salvar la atmósfera sin arañar la tierra’: Ricardo Hausmann

Hausmann fue Ministro de Planificación de Venezuela y Economista Jefe del BID.

Hausmann fue Ministro de Planificación de Venezuela y Economista Jefe del BID.

Foto:EFE

El profesor e investigador de la Universidad de Harvard habla de la descarbonización de la economía.

Además de ser fundador y director del Laboratorio de Crecimiento de la prestigiosa Universidad de Harvard y profesor de la Escuela de Gobierno Kennedy en la misma institución académica, Ricardo Hausmann es un gran conocedor de la realidad colombiana. Nacido en Venezuela y autor de incontables textos, llegará al territorio nacional la próxima semana para hablar, entre otros temas, de la llamada ‘transición verde’.
Al respecto, el académico sostiene que para la mayoría de los países el énfasis de sus políticas de desarrollo debe ser el de ayudar a la descarbonización del planeta, no bajo la óptica de reducir sus propias emisiones, sino creando los productos y servicios que el mundo va a necesitar para poder descarbonizarse. Reducir las emisiones propias como prioridad amenaza con crear grandes dolores de cabeza que generan escasos beneficios globales.
En lo que atañe a Colombia, el especialista hace afirmaciones que no deberían ser ignoradas, respecto a sus riesgos y oportunidades. Sobre este y otros temas, habló en exclusiva con EL TIEMPO.

¿Cómo está viendo el debate sobre la necesidad que tienen los países de reducir sus emisiones de gases de efecto invernadero?

Indudablemente es el debate más importante de nuestros tiempos, porque el cambio climático es una realidad y las amenazas del calentamiento global no se pueden tomar a la ligera. Pero, hecha esa afirmación, es importante tener en cuenta quiénes son los responsables de los grandes vertimientos de dióxido de carbono a la atmósfera y en esto es claro que hay diferencias muy grandes entre los países. Para dar ejemplos con nombre propio, naciones tan populosas como Pakistán, Egipto o Nigeria –que entre las tres suman más de 500 millones de personas o 6,7 por ciento de la población mundial– representan juntas menos del 1,6 por ciento de las emisiones de carbono totales. Si por arte de magia esas emisiones desaparecieran, no tendrían impacto material en lo que pasa con el clima.

Pero así no hagan nada se verán afectados...

Por supuesto. De un lado está el riesgo de las catástrofes naturales como la que afectó a dos tercios de los paquistaníes hace pocos meses. Del otro es que habrá menos demanda por bienes y servicios vinculados a fuentes contaminantes, y más por los que vengan de fuentes más limpias y verdes. Por eso, la verdadera pregunta es cómo subirse al tren de las industrias de rápido crecimiento que le van a ayudar al mundo a reducir sus emisiones y a llegar a la prometida ‘neutralidad en carbono’, que equivale a un saldo neto de cero emisiones.

¿Y eso es posible?

Sin duda. Así como ha pasado en la parte oriental de Asia y Europa, en donde muchas economías evolucionaron de procesos fabriles relativamente básicos, como la producción de textiles, a sectores más sofisticados que incluyen electrónica, maquinaria o química, otros pueden seguir una senda que combine la parte fabril con la sostenibilidad. No tengo duda de que muchas plantas se van a ubicar en países que sean competitivos en energías limpias, como los de América Latina.

Antes de hablar de la región y de Colombia, usted ha mencionado seis temas puntuales. ¿Cuáles son?

El primero es que hay que jugársela por la electrificación global, pues casi tres cuartas partes de las emisiones de CO2 vienen del uso de la energía. Pero el origen de esa energía debe ser sostenible, mediante fuentes como el viento y la radiación solar. El hidrógeno, el amoníaco y hasta las represas hidroeléctricas podrán usarse como formas de almacenar esa energía. La electrificación requerirá una enorme producción de minerales, que tendrá que multiplicarse varias veces. Es incuestionable que viene un auge de la minería, porque hoy no hay suficiente litio, cobre o níquel, para atender la demanda. Obviamente, el desafío para los lugares ricos en esos recursos es poder expandir la capacidad de producción y maximizar el valor que puedan crear, incluyendo el procesar esos bienes primarios y convertirlos en bienes de capital. ¿Por qué las gigafábricas de baterías o paneles solares tienen que estar en China, Europa o Estados Unidos y no en países emergentes?

Alguien respondería que eso no es tan fácil...

Lo sé. Obviamente se requieren una serie de condiciones que incluyan buenas reglas de juego, pero voy a agregar algo. El petróleo es increíblemente fácil de transportar, lo que hace que hoy, países pobres en energía puedan exportar competitivamente productos muy intensivos en energía, como el acero. Eso no va a ser cierto en un mundo de energías verdes, las cuales son muy costosas de transportar. Lo anterior va a llevar a un desplazamiento de las industrias intensivas en energía a lugares con energías verdes baratas. De manera que el segundo punto que vale la pena tener en cuenta es que los países que sean eficientes en generación de energía con fuentes renovables pueden atraer muchas industrias. En cambio, no veo clara la idea de exportar electricidad porque transportarla es muy costoso. Lo que resulta económicamente factible es ubicar industrias cerca de donde están las plantas de energías renovables. América Latina cuenta con muchas posibilidades para beneficiarse de dicho escenario.

Sobre el papel, sí. No obstante, en la reciente cumbre de Davos se insistió en que debido a que al mundo emergente le resulta más costoso endeudarse, esa ventaja natural se puede perder...

Y es verdad. Lo del costo del capital es un tema crucial, el tercero en mi lista. El sol brilla, el viento sopla y la lluvia cae gratuitamente, pero el capital no. Me explico. Alemania puede conseguir recursos al 2 por ciento anual, mientras que a República Dominicana le cuesta al menos 7 por ciento, con lo cual la ventaja de tener mayor radiación solar no se traduce en menores costos de producción. Por ello es indispensable que los países manejen bien sus respectivas economías, para reducir el costo de capital. Acudo al ejemplo de mi país. Venezuela cuenta con las reservas de petróleo más grandes del mundo, pero vaya y consiga los recursos para desarrollarlos...

Habla de manejar los riesgos tecnológicos. ¿A qué se refiere?

A que la incertidumbre tecnológica siempre está presente. La verdad es que no sabemos cuál tecnología va a acabar ganando la carrera en el propósito de ser la más adecuada para reducir las emisiones. Ya mencioné el hidrógeno, pero acabamos de enterarnos de que la fusión nuclear, que parecía una idea lejana de los científicos, ha logrado avances enormes, para no hablar de otras iniciativas. En tal sentido, los países están obligados a tener los ojos muy abiertos. Israel o Singapur siguen los avances muy de cerca, con el fin de poder anticiparse a lo que viene. Chile anunció que invertirá en un centro de investigación sobre el litio, pero ese proyecto está detenido.

Los países de la Amazonia dicen que se les debería reconocer por cuidar la selva que absorbe dióxido de carbono. ¿Concuerda con esa idea?

Por supuesto. Los países deberían obtener créditos de carbono por el hecho de proteger bosques y selvas o adelantar procesos de reforestación. La razón por la cual se siguen tumbando árboles de manera desordenada es porque una hectárea dedicada a la ganadería vale más que una dedicada a la protección del hábitat nativo. La salida es desarrollar esos mercados, los cuales deben reflejar un valor por tonelada de carbono capturado lo suficientemente atractivo para alterar la balanza.

Cuando habla con un funcionario de cualquier país sobre este tema, ¿qué otro consejo le da?

Los países no deben mirar estrechamente a sus propias emisiones y enfocarse en formas de reducirlas. En cambio, deben enfocarse en cómo pueden contribuir a que el mundo logre descarbonizarse

Que se prepare para aprender. No necesito saber de futurología para asegurar que unos harán la tarea y otros no. Aquellos que entiendan que este proceso va en serio, tomen las políticas adecuadas y preparen a su gente, saldrán ganando. Los que se queden dormidos verán cómo las inversiones y las tecnologías limpias se irán para otro lado. El punto central es este: los países no deben mirar estrechamente a sus propias emisiones y enfocarse en formas de reducirlas. En cambio, deben enfocarse en cómo pueden contribuir a que el mundo logre descarbonizarse. Un caso extremo es el de Bolivia: sus emisiones de carbono son insignificantes, pero sus reservas de litio son las más grandes del mundo. Sin embargo, no las está explotando. Es más importante para el mundo que Bolivia se enriquezca produciendo más litio y no que se empobrezca adoptando medidas costosas de reducir sus emisiones. La estrategia debe ser crear valor y bienestar en casa ayudando al resto del mundo a descarbonizarse.

¿Qué tanto sabe del debate sobre este tema en Colombia y de las propuestas de la administración Petro?

Aparte de que lo que pasa allá siempre me interesa, estuve en el Foro de Davos viendo al Presidente y sus ministros, de manera que algo conozco. Una reducción de la producción petrolera de Colombia no ayuda al mundo, pues estimularía la producción en otras geografías, pero perjudica al país. Un aumento de la producción de hidroelectricidad o de los minerales necesarios para la descarbonización puede hacer que el país sea más rico y el mundo más limpio. La fuente más preocupante de emisiones colombianas es la deforestación de la Amazonía y otras zonas. Esto puede atenderse cambiando los incentivos que hoy estimulan artificialmente la ganadería, mientras que la captura de carbono no está certificada y remunerada. Si lo estuviese, en vez de deforestación estaríamos viendo reforestación y mayor nivel de vida.

¿Qué opina de la idea de reducir la exploración y explotación de petróleo?

Para ponerlo de manera muy simple, la pregunta es si van a ser parte de la solución y no del problema. Acabar con los dos principales renglones de las exportaciones de manera acelerada puede crear más problemas que soluciones, especialmente si la economía colombiana se mete en dificultades. No me cabe duda de que a un país más pobre le será más difícil acabar con la deforestación que aún está creciendo y logre crear empleos formales y bien remunerados. Es muy importante que Colombia se reimagine en ese mundo de la descarbonización.

¿Por ejemplo?

El enorme potencial minero que ustedes tienen y que no se ha terminado de explorar. Me refiero al cuarzo de altísima pureza, el níquel o el cobre. Si hacen las cosas bien, la oportunidad que se les aparece enfrente es enorme, incluyendo la de crear encadenamientos industriales de alta tecnología. A lo anterior se suma el desarrollo de los mercados de créditos de carbono. Entonces hay mucho de qué hablar sobre el potencial de crecimiento verde, pero de manera menos autoflagelante. No se trata de arrancar por reducir la producción petrolera, sino de que esta acompañe a la descarbonización del mundo. Entonces hay que enfocarse en crear el ecosistema necesario para que las oportunidades verdes puedan crecer.

Aun así, la oposición a la minería es grande...

Los países se distinguen por la capacidad que tienen para minimizar los impactos ecológicos de ciertas actividades. La minería se puede hacer bien, regular o mal, y lo que importa es aprender de las experiencias de los demás. En el caso de Colombia, es clave que el país estudie cuál es la forma de hacer ambientalmente factibles las actividades extractivas. Pero insisto: no es posible salvar la atmósfera sin arañar la tierra.

Más noticias:

RICARDO ÁVILA
Analista sénior
En Twitter: @Ravilapinto
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